Me mientes con los ojos y con las manos, alevósamente, a corazón abierto. Me minetes con descaro y no menos picardía y yo, para expiar tu culpa, finjo que me lo creo.
Finjo y me lo creo y te dejo que representes que me amas y me muerdas y me pidas que te baile... y lo hago; y te engaño bebiéndome tus besos, acariciando tus caricias: coreografía semiperfecta parcialmente simulada que adopta puntualmente (instantes mágicos) excitantes poses de realidad nítida, con-cierto tono sublime de lo sensual, gestual, artificial...
(...)
Abrazo cómplice de labio que sella a otro labio de boca abierta y lengua al descubierto: mordiscos certeros, desgarradores.
Mordiscos invasores acompañados por ligeros golpes, dulces roces, lascivas marcas que surgen, derrepente, en nuestra piel (ya una) fruto de la simulación no pactada pero consentida.
De esta felonía a nuestra razón, de este golpe de estado de la sangre, surgen múltiples y variadas heridas, dentro y fuera de nosotros: unas queman y otras duelen... y algunas no encayan.
E intentamos sanarlas con más cuidados, más apariencias de lo que (tal vez) debiera pero que no es. Así nuestras heridas sanan acompañadas de una soledad extraña, bañadas en suspiros que, seguramente, ni tan siquiera fueron suspirados.
(...)
Y me pregunto si hay funciones que no acaban o simplemente no terminan de empezar.
"y me sacas ampollas, y algún te quiero" J. krahe.