miércoles, 6 de mayo de 2009

Suavemente posas, rosas, tus manos sobre mí.




Ella había deseado tanto los labios salados de un amante que no le resultó difícil dejarse mecer por unos brazos sin rostro ni armadura. Sus ojos, cerrados, disfrazaron la situación justo antes de que sus dedos comenzarán a temblar.



Él, sin prisas, la observaba con ojos de pestañas enormes, devorándola torpe, ávida, salvájemente; él, ahora niño triste, la apretaba contra sí conmovido por su belleza.



Ella, muñeca frágil, se mordía con una ferocidad incomoda, se mordía y apretaba fuerte la blanca sábana que, ya casi no, cubría - pudor idiota - sus senos infantiles.



Él la quería - cuánto la quería! - en lo más profundo de su alma, la quería y por eso lloraba con lágrima muda su ausencia infinita, su indiferencia lejana y esa estúpida sábana a la que se aferraba.



Ella, esfinge sin secreto, entornaba los ojos dramáticamente cuando, movido por el momento, él le susurraba trágicas palabras que apenas podía comprender. Se movía, incómoda, revolviendo su memoria en busca de algo que adormeciera su vergüenza.



Él, dolido por su pasividad, la apretaba asustado cada vez con más ganas, haciéndola suya, hondamente suya, terriblemente suya; él se vaciaba entero para que ella cupiera con todos sus gestos.



Ella, confundida, no podía comprender esa furia en el amor, ni porqué le hacía daño al sujetarla, ni porqué las cosas danzaban en la habitación mientras ella entera se nublaba... ella, muñeca rota, no podía saber que él tampoco lo entendía.



2 comentarios:

A.sd dijo...

Nomadas buscando miradas de miradas encendidas que reflejan sus sin sentidos, sin entenderlo y confusos pasando por delante de sus propias carnes, sin estar en ellas, subdividiendose en mil y un segundo.

Un saludo....un comentario.....

A.sd dijo...

Te pierdo la pista, desapareces y vuelves de la nada impregnandolo todo y al mismo tiempo estando tan lejana...
Que las vivencias que te encuentres sean para que al recordarlas sonrias.